jueves, 28 de noviembre de 2013

Ella llegó a mi vida en primavera


Ella llegó a mi vida en primavera, cuando la vida vuelve a nacer, después del frío invierno, pero cambio mi vida un cálido verano… Era principio de agosto, época en la que las flores comienzan a nacer, donde el sol brilla con más fuerza, donde se percibe el vuelo de los pájaros. Yo un joven estudiante de contabilidad pública, sin novia, sin trabajo, sin esperanzas, mis padres habían fallecido 3 años atrás, me encontraba con la única compañía, la de mi gato, aquel animal que era más caro que mis pantalones, pero, aun así no dejaba que la gente me viera derrotado, iba cuatro veces por semana a la Facultad, el quinto día lo usaba para perderme en algún bar, siempre la misma gente, en el mismo lugar, nada cambiaba, o eso creía yo.
Una mañana de aburrimiento decidí ir a un café en frente a la Facultad, nunca había ido pues me parecía para gente adinerada, pero me equivoque, entre por aquella puerta grande, donde se percibía un gran aroma a café, un aroma a consolación, me senté en la silla que da a la ventana, para mirar cómo pasaba la gente, y más para mirar cómo Vivian de un modo acelerado y absurdo, el dueño del lugar me vio y se acercó rápidamente a atenderme, en mi bolsillo sólo contaba con el dinero para comprar un café pequeño, y eso fue lo que le ordené, mientras llegaba mi pedido, me llevó a mi mesa unas particulares galletas, el señor me dijo que era parte de la casa, me alegró bastante escuchar eso…
Las agarré y quería comerlas enseguida, pero esperé al café, me llevaron el café a mi mesa, estaba tan caliente que se podía ver el humo cómo danzaba al ritmo de una particular canción de ese cafetín, estaba tomando lento, saboreando cada granulo de café, que el aroma se quedara prendido en mi boca, agarraba con delicadeza cada galleta para introducirla en mi boca y mezclarla con el sabor del café. Estaba casi por terminar y no sabía que hacer después de salir de aquel lugar, quería ir a Costanera, un hermoso lugar, pero no tenía con quien ir, ni siquiera mi gato era el apropiado para acompañarme, le hice señas al señor para que me cobrara lo que debía, el hombre envió a una trabajadora, aquella mujer era la que ni en mis mejores sueños había visto, tan hermosa cómo el sol que me golpeaba en mi cara, tan delicada cómo aquellas galletas que eran parte de mi tracto intestinal...
Sus ojos de color verde, su mirada profunda, pensé, ella es la que me ha de acompañar a Costanera, pero, cómo decirle si ni siquiera sabía su nombre, ella se me acercó y yo temblaba de la emoción, aquella mujer con un chicle en la boca y su mirada en la boleta me digo -Son $30.00 no tenía más remedio, no se fijó en mí, le pagué, y no le dejé propina, pues esa plata le serviría a mi gato para comer, salí de aquel cafetín, decepcionado de mí y de las ruedas del destino, de aquella mala suerte que me golpeaba en ese momento, sin prisa de llegar a casa decidí agarrar camino hacia Costanera, para llegar tenía que tomar un colectivo, caminando veo pasar aquel que me sirve, en mi intento de alcanzarlo tropiezo con una Viga, pero aun así lo alcanzo, con mi pierna lastimada me dan un puesto, así que me acurruco en mi mente y descanso hasta llegar a mi destino, Costanera.
Llegué a donde se puede ver una línea que separa el mar del río, la vida de la muerte, la ilusión de la realidad, cuando llego me siento en una silla que está frente al mar y recuerdo los hermosos momentos que tuve allí con mis padres, una lágrima recorre mi mejilla y se asienta en mi boca, cansado sin a donde ir me involucro en un partido de futbol que se hacía en ese momento, perdemos el partido y a eso tocaba sumarle plata, con lo que contaba era la comida de mi pobre gato, así que pago, $30.00, así que decido irme, ya sin plata, y sin lágrimas que derramar, cuando pasa por mi costado una muchacha, aquella que hace años conocí, su nombre Alexandra, una joven estudiante de filosofía, me quedé plasmado viéndola, y ella a mí...
Me reconoció enseguida, fue un cálido abrazo, un eterno beso, nos fuimos a donde yo hace un par de minutos había estado, en la banca, frente al mar, nos contamos todo, incluso ella me dio el sentido pésame, después de un par de horas nos marchamos con rumbos tan distintos que no fue necesario despedirnos, prometimos que volveríamos a vernos, cada tarde al final de clases, salíamos, y ya mi gato se quedaba sólo, eso fue por más de tres meses, cada noche, en las cuales yo no pagaba. Después de ese tiempo decidimos formalizar las cosas, pero ella tenía un reclamo antes de poder seguir con el noviazgo, tenía que desaparecer al gato, pues ella era alérgica, lo hice.
A principios de noviembre, cuando yo estaba en los mejores días de mi vida, me da una mala noticia, la cual era que se iba al exterior, a buscar mejores cosas, se me partió el alma, pero, con un gesto de lucha la apoyé. Se fue el 31 de diciembre, dejándome con mi nuevo gato, este aún más caro que mis pantalones, este con su perfume, con su cariño, con su alegría, con aquel amor que duró sólo un verano…


1 comentario: